Una de chinos (IV)

No me considero un fuera de serie, pero poder decir que estoy estudiando mi cuarto idioma me produce un cosquilleo en el ego muy agradable. Bien es cierto que en la comunidad que rodea soy uno más, ya que aquí la gente tiene mucho nivel en general.

El caso es que en este bello país, el idioma también tiene una escuela oficial, y tiene un sistema realmente pintoresco. Existe un test a nivel nacional llamado HSK, y reconocido a nivel internacional. Existen otros, pero me voy a centrar en el que conozco.

No voy a hablar del PinYin. Es algo relativamente moderno y no me imagino cómo se estudiaría esta lengua antes de su existencia. Para los angloparlantes, es algo parecido a los fonemas, pero con cuatro tonos distintos… Algo para dar de comer aparte.

Lo gracioso de este test no solo es el número de niveles (de HSK nivel 1 a nivel 6), número a mi parecer algo insuficiente. Tampoco el hecho de que se diga que pocos nativos puedan superar el nivel 6 (de hecho, tengo dudas de que yo, como español, fuese capaz de superar el más alto test de nuestro instituto, el Cervantes). Lo más gracioso de este test es, atención: No hay ningún examen oral (existen otro tipo de exámenes pero en esta certificación, no es necesario). Por tanto, no tienes porque pronunciar ni una sola palabra en chino para conseguir un certificado oficial de la escuela.

¿Dónde radica la dificultad? Pues en la densidad de la materia a estudiar. El vocabulario (caracteres) se va duplicando a medida que asciendes de un nivel a otro. Nivel 1, 150 palabras. Nivel 2, 300 palabras, Nivel 3, 600 palabras… Con lo que si tienes una buena memoria y un oído fino, lo tienes casi hecho.

En Enero 2017, yo ya había estudiado algo por mi cuenta así que la profesora consideró acertado atacar directamente al nivel 2. En este sistema no es necesario aprobar todos los niveles, y te puedes presentar directamente al nivel 5 (creo). Así que me puse a ello y a finales de Abril me presenté al HSK 2.

Mi primera experiencia en un examen oficial dejó una buena anécdota que explicaré más tarde. Solo puedo decir que para este examen, solo se necesita unas cuantas horas de estudio, un par de lápices HB, goma de borrar, espíritu constructivo y una pizca de suerte.

En Mayo empecé a estudiar el Nivel 3. No tenía sentido esperar por la nota así que aproveché esta ventaja y, esperamos la nota. Recibí un buen aprobado y decidí ir a por el tercer nivel tan pronto terminase la materia.

En Septiembre llegó la oportunidad y sufrí en mis propias carnes un duro examen, del que salí exasperado, malhumorado y con ganas de morir. Durante dicho examen hubo otra anécdota que compartiré más tarde junto a otra.

Me fui de vacaciones pensando en abandonar. Tal vez aquello nubló mi juicio e influyó en alguno de mis comportamientos, pero es harina de otro costal. Me incorporé pasadas 3 semanas y empezamos con el nivel 4, siguiendo la misma filosofía.

Y durante ese mes, recibí un inesperado aprobado, con lo que poseo un flamante título de HSK 3. Y para mí, lo más gracioso, sin pronunciar ni una palabra en Chino…

Ahora, 2018 será el año del HSK 4, si no hay factores externos que me lo impidan.

Las anécdotas de cada examen, en el siguiente episodio.

Cousas veredes!!! Abrazo a todos, todas, L.

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T.E. Sesión 05. Acción Narrativa

«Acción narrativa, a grandes rasgos:

  • Analepsis. Anacronía consistente en un salto hacia el pasado en el tiempo de la historia, siempre en relación con la línea temporal básica del discurso marcada por el relato primario.
  • Myse en abyme. (Puesta en el abismo). Procedimiento narrativo consistente en imbricar una narración dentro de otra. También conocida como «abismación», el ejemplo más representativo es «Las mil y una noches».
  • Metalepsis. Consiste en la ruptura de la lógica. Por ejemplo, un personaje empieza una frase y un personaje diferente termina dicha frase en otro sitio y/o tiempo, estableciendo de esta forma una relación entre los dos, o entre lo que están diciendo.

La propuesta de escritura se trata de construir un texto con un set de palabras utilizando los recursos narrativos señalados. En este caso, el set de palabras es: «Una mujer desnuda, un escenario, un violín«.


Se abre el telón. Una mujer sobre el escenario. Vestido negro largo, con manga larga y pelo recogido en elaboradísimo moño. Sentada en una banqueta, sostiene un violín metálico.

Empieza la música. El sonido de dos metales en contacto suena como música celestial, lejos de parecer estridente o desagradable. El público sigue la música fascinado, conteniendo la respiración. La noche oscura resalta la puesta en escena. Es exterior? Es interior? No se sabe.

De pronto, la música se detiene. La mujer se levanta y golpea brutalmente la banqueta con el violín. Éste actúa como un hacha. Miles de astillas volando del escenario. Primeros gritos de sorpresa. Primeras filas girando la cabeza, bien por el miedo a recibir un impacto, bien por lo grotesco de la escena. Sin embargo, el crujido de la madera parece seguir otra melodía.

Luces fuera. El silencio. El público murmulla. Vuelve la luz de repente. La mujer desnuda en medio del escenario. Tres focos de luz acentuan su figura. Su cabello largo, tapa sus senos y su sexo. Comienza a recitar un poema en un idioma desconocido. Después de incontables minutos, el telón cae, apagando la voz de la mujer.

Abucheos, aplausos… la obra ha terminado. En medio del ruido, el telón se vuelve a levantar. La misma mujer. El mismo atuendo. El mismo violín… La misma banqueta. El público susurra y solo existen miradas incomprendidas.

Y la melodía metálica vuelve a empezar…

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T.E. Sesión 04. La introducción

«Operaciones narrativas: La imaginación se sustenta en cuatro pilares fundamentales que equivalen a las cuatro operaciones matemáticas básicas: suma, resta, multiplicación y división. (Alejandro Jodorowsky)»

Antes de poder aplicar estas formulas, se requiere una especie de introducción. Se piensa un tema (si es algo que te guste, pues mejor), se logra un nudo o giro en la historia basándose en alguna de las operaciones comentadas y luego… empieza el cuento.

El ejercicio del T.E. de hoy, esbozar un borrador de tu cuento.


Se despertó y la sensación era como de haber dormido cómo nunca lo había hecho. La catástrofe de la noche anterior, junto con las tensiones y miedos que inicialmente les habían acechado no habían alterado su sueño. Tanto era así que incluso el sonido del móvil le había parecido dulce y melodioso. Tomó el móvil en su mano y pulsó un botón y la pantalla se iluminó.

El móvil parecía estropeado, no se distinguía nada en la pantalla. Cerró los ojos y suspiró. Consultó entonces el despertador vintage que tenía en la mesilla y constató que no eran las nueve de la mañana. Era sábado y su marido y los niños no se habían despertado todavía.

Se levantó y comenzó su rutina matinal. Cerró la puerta del baño y tras una relajada ducha se lavó los dientes enfrente del espejo. No veía ningún bote con claridad, pero las arrugas alrededor de sus ojos y la necesidad de usar gafas más a menudo marcaban el paso del tiempo.  “Me hago vieja” se dijo con una sonrisa exagerada para poder ver sus blancos dientes.

Regresó a la cama y despertó con suaves caricias a David. Quince años casados  y ella seguía adorando acariciar su mejilla hasta que éste abría los ojos. “Buenos días, amor” susurró mientras le besaba la frente. Abrió las persianas para dejar entrar la luz y buscó las gafas en la mesilla. Cogió el móvil nuevamente y comprobó que efectivamente estaba estropeado. Un galimatías de líneas impedía distinguir cifras o letras, aunque los iconos de las aplicaciones se veían como siempre.

Mucho invertir en la manzanita y al final estos aparatos son una mierda”, le dijo a su marido, “me parece que hoy tendremos que pasarnos por la tienda…

La respuesta de David después de un sonoro bufido le arrancó otra sonrisa: “Me lo dices  después del café, ¿vale?”.  Quince años y no se cansaba de aquellos pequeños momentos de calidad.

Los niños seguían tranquilos y podían dormir un poco más, por lo que se dirigió a la cocina para preparar un buen desayuno. Como una autómata, abrió la cafetera, echó agua y puso café molido, cuatro tostadas en el tostador y fue poniendo la mesa a medida que esos olores invadían la cocina. Todo rutinario hasta que abrió la nevera y cogió el cartón de leche.

Fue un escalofrío que le recorrió la espalda. Veía la imagen de la marca: aquella vaca roja sobre un verde prado, pero no veía el texto que había debajo. Intentó ver la fecha de caducidad en la tapa y fue inútil.

Su corazón se fue acelerando a medida que sacaba bolsas y paquetes de las alacenas… era incapaz de leer nada. Abrió el grifo y se lavó la cara con agua fría, e hizo lo mismo con las gafas. Intentó leer de nuevo… pero nada.

David!”, gritó desesperada, “Ven aquí por el amor de Dios!

Sin embargo, no fue su marido quien apareció, sino Gabriel, el mayor de sus dos niños que con cara asustada le decía: “Mamá, algo le ha pasado anoche a mi cuento favorito”.

Y ahí estaba; Gabriel con el libro de cuentos abierto en una hoja cualquiera, con un príncipe y un dragón en medio de las páginas, y un galimatías de líneas y formas dónde se suponían que estaban las letras.

Y un nuevo escalofrío recorrió la espalda de Anna.

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T.E. Sesión 03. En base a dos objetos.

Esta vez, nuestro profesor incluye dos objetos al azar que salen de una bolsa que ha traido. Cómo es habitual, prima la espontaneidad…

Y esto es lo que salió del horno…


Trataba de mantener la compostura, pero sabía que se le notaba; no podía impedirlo. Sentados en las butacas habría más de cien personas, embobadas por la música y por la puesta en escena de la orquesta. En varias ocasiones se había dado la vuelta tratando de buscar entre el público algún signo de complicidad. No podía ser, ¿era el único que se daba cuenta que el arpa no acompañaba al resto?

Cada vez que el arpista intervenía, transmitía la sensación de arañar las cuerdas. Tal vez el arpista se había olvidado de hacerse la manicura (que como bien se sabía influía en la ejecución de tal delicado instrumento), o tal vez fuese un incompetente, a secas. En cada nota, nuestro protagonista se removía incomodo en la silla, como si los arañazos en lugar de la arpa fuesen en su trasero. Además, cuando alguna nota no encajaba, notaba como su propio gesto se torcía.

Entonces recordó la última vez que se había sentido tal incomodidad. Fue en un restaurante muy conocido en la ciudad, no hacía mucho tiempo. En aquella ocasión, un buen filete de buey, acompañado de pequeños tomates y pimientos adornaba un plato blanco cuadrado. El camarero (tan amable y sonriente como había estado toda la velada) se ofreció a salpimentar el filete y casi sin esperar la confirmación se había puesto a ello.

Y tal y como sucedía con el sonido del arpa en directo, el camarero giraba la manivela de un molinillo pimentero dorado que combinaba con toda la cubertería de la mesa, y cada grano que caía sobre la carne lo acompañaba aquel ruido infernal. La misma sensación de incomodidad, el mismo gesto torcido en su cara, pero distinto escenario.

Sin embargo, en cuanto saboreó aquella carne, se olvidó prácticamente de lo sucedido. Pudo aislar la acción (¿involuntaria?) del camarero de aquel espectáculo gastronómico. Aquella noche, el camarero y el chef se habían ganado el derecho a ver otro día amanecer.

Pero esta noche no. El arpista contaminaba la escena y no se podía volver a repetir. Introdujo la mano en su bolsillo derecho y acarició con ternura la cuerda de nylon que siempre se acompaña, que tantas otras veces le había ayudado en su secreto cometido. “Tranquila”, le susurraba, “en cuanto termine la obra, le haremos una visita entre bambalinas, y haremos justicia”.

Suspiró y mantuvo el porte hasta el final de la función, cerrando los ojos cada vez que sonaba el arpa, tratando de ignorarla y aislarla así de la belleza del conjunto. Cuando finalizó, y el público se levantó a aplaudir sonoramente, él los imitó aplaudiendo sin emoción mirando fijamente al arpista.

En cuanto la gente empezó a abandonar el patio de butacas, se sentó un instante y enrolló la cuerda en su mano, antes de devolverla al bolsillo, susurrando entre dientes… “Justicia

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Una de chinos (III)

Me encontraba en una de mis numerosas clases de chino, leyendo mientras mi profesora me iba corrigiendo y ayudando. La sensación de volver a preescolar a los treinta y muchos es una cura de humildad que recomiendo a todo el mundo. Entre balbuceo y balbuceo intentaba leer de verdad.

Cuando digo leer de verdad es lo que se llama leer y entender lo que se está leyendo. En un idioma como éste es difícil y encima cuanto mayor eres, menos paciencia atesoras y menos ganas de hacer el ridículo tienes aunque en aquella aula solo nos encontremos mi profesora y yo.

Tengo un montón de anécdotas con ella, sobre todo del choque cultural, a pesar de que ella es bastante conocedora de la cultura no-europea.

El caso es que estaba leyendo y llegué a un par de caracteres en los cuales me quedé trabado. Los conocía, pero no recordaba ni cómo se leían ni su significado; en el momento ninguno, flotaban en mi mente. Se trataba de 希望

En lugar de leerlo, como buena maestra, me dio una pista. Pero la pista nos condujo a una conversación que francamente no habría esperado en mi vida.

«Es lo que se quedó dentro de la caja de Pandora«, dijo en perfecto inglés. Ojos como platos, mandíbula desencajada y me imagino que cara de tonto. «Si, en la caja de Pandora… La esperanza«. Aun así no recordaba cómo se leía, así que se rindió conmigo «Hope: Xi1Wang4»

«Lo había olvidado«, le dije, «y me fastidia de sobremanera porque es una de las palabras que más me gusta«. En lugar de pedirle la explicación de cada caracter, le pregunté por Pandora. Y me explicó el mito de Pandora.

Y es ese momento que te das cuenta que por el mundo adelante hay gente con nivel, y curiosidad por la vida. Y que, contrariamente a lo que suelo escribir y contar de la cultura y el comportamiento chino, también hay cosas maravillosas.

«El caso es que Prometeus le había robado el fuego a Zeus, el cual se había enfadado muchísimo con él. Para castigarlo, hizo moldear una mujer llamada Pandora, a la cual cada Dios le dió una cualidad humana, como la belleza, la seducción… Uno de los dioses (Hermes, que ella no recordaba) le otorgó la mentira y se la metió en el corazón.

Esta mujer se envió junto a una caja a la tierra, y conquistó al hermano de Prometeus, al cual engatuso para casarse con él. Nadie le dijo lo que había en la caja, la única instrucción que tenía era que nunca debía ser abierta. Llevada por la curiosidad (y la mentira), Pandora abrió la caja y liberó todo que contenía, se dió cuenta y trató de cerrarla lo más rápido posible.

La apertura de la caja ocasionó que los bienes volaran regresando al cielo junto a las los dioses, quedándose los males anclados en la tierra de los hombres. Lo único que pudieron conservar de aquellos bienes es la esperanza».

Porque no todo en este país va a ser «una de chinos…».

Besos y abrazos, L.

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Color y Memoria

Coge una fotografía de tus últimas vacaciones. Probablemente tendrás que echar mano del teléfono, del ordenador, o de cualquier otro aparato porque no la tendrás impresa en papel (o revelada, como se solía decir antaño). Obsérvala un instante y trata de rememorar el momento de la misma. Como es cercano, no tienes problema para llegar a ello. Toma notas mentales de las sensaciones que te producen.

Vuelve cinco años atrás y toma otra fotografía. Una vez más, es probable que no la tengas impresa, pero da igual. Repite el proceso y toma notas de las sensaciones que te producen.

Nos vamos cinco años más y puede que ya tengas que echar mano de un disco duro, un DVD o algo. Incluso puede que tengas la suerte de tener una impresa. Repite el proceso.

Y así, hasta la foto más antigua que tengas.

Es un experimento sencillo y que personalmente me ha dejado un sabor de boca agridulce. ¿Por qué? Porque las sensaciones que tienes después de ver cada foto son las mismas. Sensaciones unidas a emociones y recuerdos, pero llegan a un tope de intensidad que no se acercan lo más mínimo a la realidad del momento.

Y no te hablo de paisajes, ni de personas, ni de animales. Hablo de que da igual si la fotografía es en blanco negro, sepia o en la calidad más alta que se puede reproducir una imagen (esta imagen tendrá una denominación por letras con algo relacionado con HD… hace tiempo que decidí ignorar estas cosas, será que me hago viejo…)

No llegan a la intensidad del momento. Hace algo menos de un año visité por primera vez en mi vida África. Según los guías, el espectáculo que veíamos era apenas un 10 por ciento del que habríamos visto hace 10 años. La caza (es decir, el hombre), había esquilmado la tierra. Pero aun así, la vista se hacía tan impresionante que no era capaz de respirar. Las ganas de quedarme en esa imagen me obligaban a que toda mi energía se focalizase en ese instante. Pero en la foto, por muy panorámica que fuese, no se apreciaba.

Hace 3 años que pisé por primera vez la Gran Muralla. A pesar de ser un sitio muy (demasiado) preparado para turistas, el espectáculo habló por sí solo. Nuevamente esa sensación de que el espectáculo te desborda. Pero la foto, por mucha calidad que mostraba, no se pareciaba.

Muchos más años atrás, otros lugares: la vieja Europa, Punta Cana… Otros tiempos: jugando al fútbol, esquiando, de juergas… Otras personas: amigos, familia, otros amigos…

Sensaciones que una foto despierta, pero que para revivirlas tienes que dejar de mirarla. Esas sensaciones son las que adoro. Esos momentos son los que puedo añorar sin miedo a decir que no pasa nada, que ha sido un placer vivirlos, que no me hace falta la foto para no olvidarlos.

Con esto no quiero decir que no siga sacando fotos. En lo que va de año he apretado no menos de 6000 veces algún disparador… Y quedan meses, y quedan lugares, y queda gente…

Y memoria para atesorar todo ello. Disfruten del espectáculo…

Besos y abrazos, L.

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T.E. Sesión 02. El narrador

En esta segunda sesión de T.E. el ejercicio consta en cambiar el narrador de una historia. En este caso, me decanté por un cuento popular porque el tenemos 15-20 minutos para desarrollar la historía, y aunque algún compañero se decantó por un titulo más complejo (100 años de soledad), prefiero ir paso a paso.

Ahí va lo que ha salido…


Como cada sábado por la mañana, Papá, Mamá y yo salimos de casa. A pesar de que Papá trabaja toda la semana, nos esforzamos por contentar a Mamá. A mí no me gusta madrugar ni hacer labores de casa, pero si ella es feliz, todos los somos. Hacemos las camas, mamá deja la comida preparada y la casa ordenada.

Al llegar al claro del bosque, lejos de nuestra casa, Mamá me permite jugar pero siempre a la vista. Mientras juego, Papá y Mamá hablan de cosas de mayores. ¿De qué estarán hablando? Ojalá crezca rápido y así pueda disfrutar de su compañía.

Una hermosa mariposa pasa cerca de mi y la persigo. Su vuelo no sigue una línea recta y me divierte hacer quiebros mientras trato de asustarla. Procuro no tocarla para que así siga jugando; alguna vez me he despistado y la pobre si había caído y del cansancio no se había podido volver a levantar.

Pasa el tiempo y un rugido de mi madre me recuerda que tengo que permanecer a la vista. Mamá siempre habla del peligro de que aparezca el hombre malo y me pase algo. O que desaparezca, como le pasó a mi hermanito, no hace mucho tiempo.

Finalmente la luz del día empieza a desaparecer y volvemos a casa. Me gustaría quedarme más pero Papá está cansado. Intento jugar con él, rodeándolo y dándole empujones, pero nada. Llegamos a casa y antes de entrar, como es costumbre, nos sentamos en el porche. Mi padre cae pesadamente en la silla y suspira.

Pero… ¿Qué es esto? Mi silla está rota. No puede ser. Empiezo a llorar mucho y mi Mamá me hace sentarme en su regazo. La silla está rota, pero he ganado así el regazo de Mamá, a pesar de que me habían dicho que no era sitio para cachorros grandes como yo. Descansamos mientras mis padres se cruzan miradas interrogantes.

Nada como una buena cena. Oscurece y nos metemos en casa. La rica sopa de Mamá nos espera, y como cada cena, si me la acabo habrá un dulce postre. Cojo la cuchara y cuando mi madre destapa mi tazón… Está vacío! Otra vez las lágrimas en mis ojos. Si no hay sopa, no habrá postre! No puedo dejar de llorar.

Mi padre olisquea el aire, y deciden compartir su sopa conmigo. ¡Qué rica estaba!. Papá está preocupado y decide que nos vayamos a acostar. Protesto. Pero es inútil porque Papá tiene esa mirada de no es momento de juegos. Agacho la cabeza y camino delante de ellos.

Subimos las escaleras y la puerta de la habitación está entreabierta. Que raro! . Papá camina hacia su cama y Mamá hacia la suya. Cuando llego a los pies de mi camita, veo que hay algo debajo de mi manta, y unos pelos largos y amarillos salen de debajo de ella.

¡Papá! Grito. Hay algo en mi cama… Y todo sucede muy rápido. La garra de mi padre me aparta violentamente y un gruñido terrorífico rompe el silencio de la noche…

Basado en “Ricitos de Oro y los tres osos” de Robert Southey.

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T.E. Sesión 01. Causa y efecto

Nunca es tarde, así que aprovechando mi tiempo libre, he decidido intentar mejorar mi estilo en un T.E. (Taller de Escritura). Dado que me he comprometido a escribir en cada una de las sesion, no veo ninguna razón para no compatirlo con mi amado público.

En nuestra primera sesión, se trata de escribir un texto haciendo uso de una causa y un efecto al azar. En mi caso, la causa es «El sol se oculta», y el efecto «Tengo sueño». En 10/15 minutos tenemos que escribir algo y luego compartirlo con el mundo.

Aquí va lo que ha salido…


Causa y efecto: “El sol se oculta” y “Tengo sueño”

Miraba la jaula donde se encerraba Gustavo, el loro que le habían regalado en su cumpleaños. Pensaba en lo extraño de su comportamiento. Cuando éste se ponía nervioso, y no paraba de hablar o alteraba la sagrada hora de la siesta, cubriendo la jaula con un trapo, y el loro se acababa silenciando.

Eso era lo curioso. La luz desaparece, el sol se oculta, tengo sueño, duermo. Era realmente sencillo y lógico. En cuanto destapaban  la jaula, Gustavo se desperezaba batiendo las alas, volviendo a la vida, como si nada hubiese pasado.

Pero, ¿qué pasaría si la luz no volviese? ¿Y si ningún miembro de la familia destapase la jaula? ¿Permanecería Gustavo sumido en ese largo letargo? ¿Acabaría uniendo ese sueño al sueño eterno (que era como el Padre José les había descrito la muerte)?

Ese pensamiento lo alteraba. Lo alteraba porque pensaba que existía cierta similitud entre el comportamiento de Gustavo y el suyo propio. Cuando llegaba la noche, su padre lo despedía con un beso en la mejilla; o su madre hacía lo mismo mientras le arropaba en la cama. Ambos salían de la habitación y cerraban al puerta.

La oscuridad y el calor de las sábanas y la manta le producía una sensación de paz, y solo despertaba cuando su madre abría la puerta por la mañana.

Tragó saliva y se trató de imaginar qué pasaría si su madre no abría la puerta. Se preguntaba si algo malo sucedería. Solo el ruidoso batir de alas y los graznidos de Gustavo lo rescataron de esos pensamientos… Pero seguía preguntándose, ¿se despertaría Gustavo? ¿Me despertaría yo?

 

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El viaje

Te tumbas y tratas de ponerte cómodo, aunque la estrechez de la cama no te lo permita. Pero esa limitación de espacio no importa, y el proceso empieza.

El tiempo pasa, sin saber en qué medida, y parece que cuesta arrancar. Finalmente cierras los ojos y el viaje es instantáneo. Te encuentras de nuevo en tu banco, frente al mismo paisaje. No importa las veces que has estado, ni las veces que lo has recordado; la sensación de paz es la misma.

Y allí está ella, sentada a tu lado. Su posición erguida, su espalda recta con las  manos sobre el regazo. Una postura corporal que contrasta con la tuya, que parece que te vas a caer en breve del asiento. Su mirada al frente, con esos dos ojos negros como el azabache escrutando el infinito. Ese pelo rubio rizado que apenas se mueve por el aire, descansa sobre sus hombros. Una vez más, un largo vestido negro de manga larga oculta toda su figura, remarcando su palidez.

Ella no habla, pero su silencio y su respiración lo dicen todo. No se molesta en mirarte y no es una falta de cortesía, simplemente no lo necesita.

Con el sol buscando un escondite en el horizonte, los colores van cambiando de una manera casi indescriptible, única… Y los pájaros, siempre presentes, continúan trazando trayectorias aleatorias, bailando al son que marca la naturaleza.

Y mientras todo el entorno cambia, no has olvidado su presencia. Y la comunicación sigue, sin lamentos, sin reproches… y decides incorporarte como si tu madre te hubiese dicho por enésima vez que te sentaras bien, quedando perfectamente alineado con ella. Quieres decir algo, aunque la boca se empieza a secar y sientes una ligera congoja, y en cuanto la abres… te despiertas sobresaltado.

Misma cama y el mismo sabor de boca. Siempre te alteran este tipo de cosas, pero la vida no sería lo mismo sin ellas. Sientes tus latidos del corazón reducir el ritmo y vuelves a cerrar los ojos. Esta vez será más fácil.

Y en cuanto los abres estás en un nuevo lugar. En lugar del banco, en un cómodo asiento en un vagón de tren. No estás seguro pero te da la impresión de que no es la primera vez que estás ahí. Tu maleta, y unos cascos proporcionan una música que te acompaña. Estás solo en la cabina, pero no importa.

Al otro lado del cristal, está ella, exactamente igual que hace un rato, pero de pié. Sola en el andén, y aunque la distancia es mínima, la sientes muy lejos. Y nuevamente se está comunicando contigo. Esos ojos negros atraviesan tu cuerpo y parece que leen tu alma. De nuevo aparece esa congoja, pero esta vez decides no abrir la boca.

Y el tren se empieza a mover, sin ningún ruido, muy despacio, de manera casi imperceptible. Tu mirada sigue al frente, mientras su figura se va perdiendo por el rabillo de tu ojo, de la misma manera que el sol desaparecía por el horizonte. Y en ese último instante, te da la impresión de que ella mueve un brazo para despedirse, y giras la cabeza para verla por última vez y nuevamente… te despiertas…

Misma cama de nuevo… ¿Cierras los ojos otra vez?

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Bienvenidos a 2017: El año del Ga Gallo

Este post empieza con la confesión de todos los años: parece que cada vez cuesta más encontrar la esencia de lo que quiero explicar en unas líneas. Es injustificable, pero vamos a hacer una composición para ver donde estamos.

Han pasado unos meses desde mi proceso migratorio. Es un nuevo país, y hasta tiene un nuevo calendario, así que hagamos uso del mismo. Durante la última semana de Enero se celebra el Fin de Año en China (el año lunar, se entiende, o Festival de Primavera o cómo lo quieran llamar) y este año será el año del pollo, aunque espero que no se monte ninguno (chiste malo, pero necesario). Así que Feliz año del Ga Gallo!

He vuelto a romper mi promesa de 12 post de calidad. Posiblemente no haya llegado a la mitad, pero da igual, ¿sabéis? No tengo tiempo de escribir porque la vida pasa tan deprisa que si me paro a hacerlo me pierdo eventos. Llevo meses viviendo el día a día con la sensación de no hacer nada, y no disponer de tiempo libre. Atrás queda esta necesidad de saber si cada acción que empiezo o cada cosa que termino tienen algún valor añadido.

Pero en fin, este va a ser un año difícil, para una Kabra como yo. Según mi horóscopo se avecinan grandes dificultades, en su mayoría relacionadas con la economía, lo cual en cierta manera me estresa, pero al fin y al cabo, ¿quién se cree lo que dicen los horóscopos?

Va a ser un año difícil, y ojalá así lo sea, porque las dificultades siempre van unidas a retos, a experiencias, a superaciones, a alegrías, a tristezas, a victorias, a derrotas… Pero aquí mismo, al pié del cañón, me siento libre, arropado y protegido.

¿Y sabéis cuál es la diferencia? Es la luz.

No hace mucho tiempo, llego a mis manos un video de una conferencia de estos modernísimos cursos de inteligencia emocional.  El ponente se manejaba en un discurso informal, con un lenguaje simple y yendo directamente al grano. Empezaba hablando de que la gente es como las bombillas, y que como ocurre con las bombillas, las de mayor potencia son las que más luz proporcionan.

De esa manera, se podía decir que había gente que desprendía luz (energía), y que caminaba por la vida con garra, con fuerza, con actitud; y se podía decir que había gente que caminaba por la vida como si de un momento a otro se fuesen a apagar, o fundirse.

No me voy a extender en el discurso. La conclusión era clara. Ese tipo de gente, cuya actitud les hace brillar como bombillas, transmiten, y es ese tipo de gente que se queda grabada en tu mente. En caso contrario, la transmisión es ineficiente, y en muchos casos, condenatoria.

Y esa es la diferencia con respecto a otros años. La luz.

No quiero decir que durante mi vida no me haya rodeado de personas con actitud, ni quiere decir que yo no lo sea. Pero es una sensación tan gratificante sentirse invadido por ella.

Y esa, sólo esa, es la diferencia con respecto a otros años.

Quizá por eso no me acojone lo que se avecina este año. Quizá por eso 2017, sea para mí el año Ga Gallo. No habrá 12 magníficos post. No sé si habrá siquiera 6. Que este sea el primero.

Feliz 2017 a tod@s.

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